Mi padre llevaba enfermo casi dos años. Una enfermedad silenciosa debilitante que le iba devastando por dentro. Un sufrimiento agotador para él y para toda la familia.
El año pasado le ingresamos 6 veces por urgencias y, en la mayoría de ellas, creíamos que no saldría. En 2024 otras 3. Pero lograba recuperarse, una y otra vez, como el Ave Fénix. ¡Qué ejemplo de fortaleza!
Y mientas estás en la acción, en acompañar, en las conversaciones con los médicos, en la preocupación de lo que estás viviendo, en el papeleo, en los cuidados, en los paliativos…; mientras estás en la acción no te das cuenta del desgaste físico y emocional del momento. Tu cabeza casi no piensa. Solo hay una orden posible: sostener la situación.
Y a la vez de todo esto siguen tus reuniones, tus llamadas, tus visitas a clientes, tus formaciones, tus acompañamientos. Queriendo seguir dando lo mejor.
Y lo mismo en la vida familiar, tratando de seguir en la normalidad.
Pero cuando todo para, cuando la situación llega a su fin, no solo te estalla el vacío por la pérdida, sino que la tensión emocional acumulada, vira con un efecto de péndulo, hacia el lado opuesto, trayendo una flojera difícilmente explicable.
Tras episodios así, es muy normal que haya un alto porcentaje de personas que, si no cuentan con recursos emocionales o con el apoyo adecuado, quiebren.
Janice Marturano ha sido una reconocida mujer de negocios en EEUU. Acumula experiencia en firmas como Mallet-Prevost, Colt & Mosle, Panasonic y Nabisco. Aunque su mayor responsabilidad vino con su nombramiento como Vicepresidenta de General Mills, una Organización dedicada a la alimentación que en 2023 facturó 20.094,2 millones de dólares (18.400 millones de euros aproximadamente).
Janice estaba en el mejor momento de su carrera con esta nueva apuesta profesional. Tuvo un papel muy importante en la dura negociación de 18 meses para la compra de Pillsbury Company en 2001. Pero en ese mismo tiempo de desarrollo profesional Janice vivió la muerte de su madre y de su padre.
Tratando en encontrar una vía de recuperación de su salud y fortaleza se refugió en la práctica de mindfulness de la mano de John Kabat-Zinn, pionero en occidente, con quien Janice aprendió y se formó, hasta que ella misma creó el Institute for Mindful Leadership. Desde allí daría sus primeros cursos en General Mills hasta que en 2010 dejó a compañía para dedicarse por completo al entrenamiento de líderes, a sus apariciones en Foros Internacionales y a sus colaboraciones en los periódicos más reconocidos en EEUU.
Conocí personalmente a Janice Marturano y pude intercambiar unas palabras en el Congreso de Mindfulness en el trabajo celebrado en Zaragoza en 2017. Ambas compartíamos la utilidad de mindfulness en contexto corporativos y la necesidad del entrenamiento de líderes para navegar las dificultades. Para ella como líder en aquel momento, lo fue, y desde ahí reordenó su nueva carrera profesional.
Pero, ¿qué tipo de acompañamiento tuvo Janice en su Organización? ¿Cómo se tomaron su quiebre emocional? ¿Cuánto tiempo le dieron para recomponerse? ¿Siguieron apostando por ella como Vicepresidenta o quizás ya no era válida para tanta presión?
Y como Janice, quizás otros tantos líderes que, tras verdaderos quiebres personales, comienzan a priorizar su autocuidado. Y en ese cambio en su escala de valores se produce una ruptura con su trabajo de difícil solución. Pérdida de valores, de propósito o de significado en la Organización, con la consiguiente fuga de talento.
Transitar lo difícil
Estamos tan adoctrinados hacia el optimismo que pareciese que la forma deseable de abordar cualquier sentimiento doloroso que experimentamos sea adornándolo con guirnaldas rosas al son de la música animada de fondo. Corremos por buscarle, quizás demasiado pronto, el lado positivo a todo lo que vivimos, sin dejarnos tiempo para digerir lo que significa atravesar por el dolor emocional. O, peor aún, ocultar el mal sentir. Pero por algo el duelo está tan definido, porque tiene sus fases y necesita tiempo en cada una de ellas.
Sin embargo, si hay algo en lo que enfatizo en cualquier entrenamiento en inteligencia emocional es que es igual de importante saber fomentar las emociones agradables como saber gestionar amablemente las emociones difíciles. Ójala solo viviéramos momentos dulces, pero la cruda realidad nos muestra que, muy a menudo, vivimos alguno (o varios) momentos desagradables. Y que varias veces en la vida se nos invita a atravesar situaciones angustiosas y dolorosas.
El psiquiatra Rojas Marcos, en su libro “Superar la adversidad”, comenta que, según estudios científicos, toda persona del mundo occidental vivirá una media de 3 situaciones traumáticas a lo largo de su vida. Pero ojo.., este libro lo escribió en 2010 y el doctor no contaba con la pandemia. La pandemia nos ha dejado -en líneas generales- en situación de fragilidad emocional que hará que eventos no tan traumáticos se vivan como tal. Quizás por esto sigue en aumento el consumo de ansiolíticos y las bajas por ansiedad y depresión. Estamos en niveles récord.
Un divorcio, un despido, la muerte de un familiar -imagínate al de un hijo-, una enfermedad grave (o la de un familiar), un accidente, un abuso, un desastre natural, y otros cientos de casos … son eventos difíciles y traumáticos. Y algo que, lamentablemente, todos los seres humanos vamos a experimentar durante nuestros años de vida laboral. Bien porque podamos individualmente con los que nos toque vivir o porque busquemos una red de apoyo, debemos aprender a transitar lo difícil…, porque lo difícil forma parte de nuestra condición humana.
Abrirse a la vulnerabilidad en momentos duros significa darse el permiso para sentir y transitar la experiencia, experimentarlo sin huir. Abrirse a la vulnerabilidad significa aceptar que lo difícil duele. Y significa también que tenemos la posibilidad de pedir ayuda (no hay por qué comérselo en soledad).
Es obvio que tener herramientas para transitar lo difícil con mayor ecuanimidad es de gran ayuda. Aunque lo verdaderamente importante es permitirse vivir la experiencia, porque esa experiencia que te llega es de lo que te tienes que ocupar (prioridad 1) … aunque todo lo demás tenga que esperar. Y aquí hay un factor estresor y cargado de miedo añadido para muchas personas: tu vida para, pero todo lo demás sigue. ¿Dónde y cómo estaré cuando vuelva al ritmo? ¿qué será de mí?
En mi caso, he contado con varios factores a favor para la gestión de mi situación compleja. El primero, que dispongo de esas herramientas de las que hablo (por coherencia aplico lo que enseño). El segundo, que sabíamos que a mi padre se le había concedido “una prórroga” y nos habíamos podido preparar (si bien el dolor no es menor). Y el tercero, que ser profesional independiente me ha permitido la posibilidad de tomarme casi tres semanas de completa inactividad. He podido reagendar asuntos y posponer varias reuniones. Me he tomado los días que he necesitado, me he cuidado, y no me he exigido lo que no podía dar.
Pero, ¿y cuando no es así? ¿Y cuando el desastre aparece en tu vida sin esperarlo? ¿Y cuando no es tu padre enfermo… sino alguien en su perfecta juventud y estado de salud? ¿Y si no sabes cómo enfrentarte a tu dolor emocional? O ¿y si tienes un rol con alta responsabilidad en la Organización? ¿Y si todo te pilla en un pico de trabajo de imposible frenada?
A mis hermanos les concedieron 3 días libres por fallecimiento. Siento que es insuficiente. De no haberme tomado el tiempo adecuado, hoy seguiría a mínimos.
¿Están las Organizaciones preparadas para acompañar en estas situaciones difíciles? ¿Con qué actuaciones específicas cuentan (servicio de psicología, abogacía,..)? ¿Existen permisos extra más allá de los días de vacaciones (un hecho traumático no es un disfrute precisamente)? ¿Cómo se acompaña desde la organización del trabajo? ¿Existe un protocolo para situaciones de emergencia? ¿Se exime al empleado de ciertas responsabilidades o exigencias por un tiempo acorde a su recuperación física o emocional? ¿O se le sigue exigiendo al mismo nivel? ¿Se le da la baja directamente?
Teniendo en cuenta que, por estadística, los momentos difíciles y traumáticos son parte de la vida y van a tener un impacto tan importante en nuestro trabajo, ¿no deberían cobrar mayor relevancia las actuaciones para su gestión en los planes de bienestar?
Acompañar en la vulnerabilidad
Yo sufro, tú sufres, él/ella sufre… ¿Me explico?
Todos, en mayor o menor medida, sufrimos emocionalmente. A veces en el trabajo, por múltiples causas. Desde cosas muy básicas a grandes males. Y, por supuesto, experimentamos dolor emocional en nuestra vida privada. Venga el dolor de dentro o de fuera de la oficina, lo cierto es que impacta de lleno en nuestro desempeño, en las relaciones, en la productividad final.
Por otro lado, siento que el dolor emocional no está bien visto en el trabajo. Hemos avanzado en los planes de bienestar, pero siguen quedando flecos en lo más básico. En el trabajo no está permitido mostrar tu cara más sensible, bajar el ritmo, o tomarte un tiempo para volver al equilibrio. Sobre papeles sí, pero el dolor emocional, abrirse si quiera a compartirlo con tu responsable, puede estigmatizar. Siento que aún se tacha de “blandito” al que se muestra, y en las empresas quieren personas capaces de todo. Es una pena, pero está mejor visto socialmente en el trabajo sufrir cierto estrés o ansiedad y medicarse, que poder compartir tus malos momentos. Y, es por eso que, cualquier varapalo o frenada en seco que te da la vida se puede entender, incluso, como un fracaso profesional.
Hace poco hablaba con una antigua coachee que tuvo que detener por un tiempo su vida profesional para dedicarse a quererse y mimarse por una enfermedad, y me lo expresaba: “… creo que perdí mi momento para crecer profesionalmente”.
Como líderes, no es sencillo acompañar en lo complejo porque implica, irremediablemente (y por un aspecto de neuronas espejo) cierto dolor en uno mismo. Cuando alguien de tu equipo te comunica algo trágico, el dolor de esa persona también toca en ti. Y como no queremos sufrir -y menos de lo que no es de uno- evitamos ciertas preguntas. El líder a veces está más en la ejecución y en el quebradero de cabeza de la posible baja de ese empleado, que en verdaderamente acompañar.
Si hay un estilo de liderazgo que acompaña la vulnerabilidad es el liderazgo humano, porque se entiende que el líder es capaz de comprender que un miembro de su equipo no está bien y le acompaña para encontrar juntos la mejor solución. Y esto solo puede suceder si el líder ha sido capaz de crear con su equipo cierto grado de seguridad psicológica, porque de lo contrario, el empleado no comunicará su sentir y actuará como pueda; bien con una baja laboral o con un estrés sostenido que, a la larga, será una baja laboral igualmente.
Pero no hay nada más dañino para un equipo y una Organización que, en momentos en los que se supone que tiene que aparecer una conducta comprensiva y compasiva (de ayuda) por parte del líder, un liderazgo humano, se perciba lo contrario. Automáticamente se rompe la conexión. Es por eso por lo que la seguridad psicológica no es un concepto vacío, sino que debe ir unida a ciertos comportamientos visibles en absoluta coherencia.
La simple pregunta de “¿qué necesitas? ¿En qué puedo ayudarte?” ya es una muestra de apoyo del líder para cualquier empleado que esté atravesando un momento complejo.
Sé que hay líderes a los que esta actitud les sale sin prepararse. Va con sus valores. Pero también he visto que, cuando el negocio aprieta, a veces se le dedica más cariño a darle la respuesta al cliente que ocuparte del empleado que necesita atención emocional.
¿Están los líderes y los managers preparados para acompañar a sus equipos en lo difícil? ¿Cómo podrían abrirse más a acompañar la vulnerabilidad de los miembros de su equipo? ¿No debería la Seguridad Psicológica ser parte ya de los contenidos de cualquier programa de management?
Que vivimos tiempos complejos es un hecho. Sin embargo, no podemos olvidar que las Organizaciones se componen de personas y sin éstas, el negocio no sale adelante. Está bien que veas a cada uno de los miembros de tu equipo en su plenitud, cuando lo dan todo gracias a su talento y su motivación. Pero ten en cuenta que puede darse el día en que la vida les pida parar. Ese día su talento no desaparece; es el mismo. Y sus habilidades también. Pero su motivación y compromiso pueden desaparecer en cuestión de horas si no se sienten respetados, escuchados y acompañados.
Acompañar en momentos difíciles implica dar tiempos según cada persona necesite, permitir que la persona viva su proceso emocional complejo, establecer canales de comunicación adecuados y saber acompañar desde la utilidad (no desde la presión).
Ójala todo empleado se sienta con la seguridad de expresar su dolor sin miedo al estigma o a las consecuencias. Ójala todo líder sea capaz de dar el espacio para la escucha y la compasión (ayuda y utilidad).
Éste es el nuevo escenario en las Organizaciones Sostenibles, Inteligentes y Humanas: acompañar y sostener a su tesoro más preciado.
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