Recuerdo la primera vez que utilicé el término “autocompasión” en una de mis formaciones incompany. Era un grupo de Managers del sector automovilístico con muchas dificultades para gestionar su estrés y muchos retos por delante, tanto con sus equipos, como con sus superiores.

Hay ciertos sectores duros… y Automoción es uno de ellos.

Creo que fue por el 2015. Yo acababa de certificarme en un protocolo internacional en Autocompasión y le di una vuelta para poder llevarlo a mis formaciones de empresa dentro de la parte de autorregulación emocional. Ahí es donde me ayudó a mí misma unos años antes, cuando estaba pasando por una crisis personal.

En aquel curso con los Managers, al hablar de la mente y de sus enganches, de cómo nos impacta el estrés… no provocó sorpresa. Pero cuando les propuse aprender a gestionar desde la amabilidad hacia uno mismo, las miradas entre ellos -todos del género masculino- eran un poema y algunas risas se dejaron caer.

Así que, más allá de explicar el concepto en sí, entramos a la práctica para experimentar, y ahí hubo un click.Al abrir un espacio de comentarios ya no hubo tantas risas, sino un entendimiento de cómo, sin darnos cuenta, cada día, nos machacamos emocionalmente generando un impacto nefasto en nuestros logros en el trabajo y en nuestro propio bienestar.

 

Autocompasión: tratarse a uno mismo con amabilidad

En el ajetreo diario del trabajo, a menudo nos olvidamos de una persona crucial: nosotros mismos. Nos esforzamos por alcanzar la perfección, nos exigimos hasta fundirnos, nos criticamos sin piedad y nos castigamos por nuestros errores. Y esto, no solo desgasta mental y emocionalmente, sino que según la Doctora Kristin Neff, nos lleva al peor de nuestros desempeños.

Tratarnos con amabilidad en el trabajo -y en la vida personal- marca una gran diferencia en nuestro bienestar emocional y en nuestro éxito profesional. Permíteme compartir contigo por qué esto es tan importante… y por qué me tiene fascinada desde hace años.

La autocompasión no es un derroche de egoísmo, sino la práctica de reconocer tus luchas, dificultades y errores con una actitud amable y comprensiva. Es aceptar que te encuentras en un momento difícil y atender a ese malestar emocional sin juicio, abrazando el error para después poder sacar la fuerza necesaria para el aprendizaje y la mejora. No significa ser autocomplaciente, sino ser nuestro propio aliado comprensivo en el camino hacia el crecimiento y el desarrollo. Quizás suene naive, pero autocompasión significa abrazar tanto nuestras luces como nuestras sombras.

Y es curioso porque, todos hablamos de resiliencia e incluso las Organizaciones hablan de ser Organizaciones resilientes. Pero no podemos alcanzar esa resiliencia si, previamente, no hemos atendido al malestar emocional que supone cualquier crisis.

Así que, tratarse con amabilidad va a ser imprescindible para aprender del error y seguir en mejora continua.

 

La autocrítica desmedida no ayuda

Lo que la Doctora Kristin Neff nos muestra en sus estudios es que una autocrítica desmedida y un juicio negativo constante sobre nosotros mismos tiene un impacto cerebral negativo: está mermando nuestro sistema del logro, ése que necesitamos para marcarnos metas y motivarnos para alcanzarlas.

Y, ¿entonces… cómo lo hago? ¿Me premio cuando cometo un error? ¿Me engaño diciéndome “eres genial y todo lo haces bien”?

Imagino que quizás te ha surgido la pregunta. Surge a menudo en mis formaciones. No, obviamente no podemos ni premiarnos ni engañarnos. Pero hay una gran diferencia en impacto cerebral, en comportamiento y en resultados cuando nos tratamos duramente o cuando nos miramos con amabilidad.

Te pongo un ejemplo. Imagina que en trabajo uno de tus colaboradores o alguien de tu equipo se esfuerza por hacer su trabajo lo mejor posible. Aún así, en un momento dado comete un error y posiblemente lo primero que aparece en él es la autocrítica: “soy un cafre”, “siempre la cago en lo más fácil”, “cómo he podido cometer este error”…

Y tú estás a su lado, escuchando, y le conoces bien, y quieres lo mejor para él (esto es fundamental). ¿Qué le dirías en un momento como ése? ¿Le dirías a gritos “eres un cafre y es un horror trabajar contigo”? O…, ¿tratarías de que fuese más objetivo y amable consigo mismo? Quizás algo así como: “bueno, no la has fastidiado en todo el proyecto…, solo en esta parte”, o “bueno, sal a airearte un rato y luego vemos en qué podemos mejorar”.

La neurociencia nos dice que el segundo escenario del ejemplo es la actitud que deberías promover contigo mismo si lo que quieres es tener un desempeño espectacular.

Y quizás te hayas dado cuenta de que llevarlo a cabo con algún compañero o amigo es relativamente sencillo. Solo requiere escucha y amabilidad. Pero cuando se trata de nosotros mismos, tenemos la tendencia a la crítica desmesurada, a la depreciación más absoluta, a despellejarnos vivos a críticas. Y eso, compañero, debilita tu sistema inmune, genera estrés y ansiedad, y dificulta buscar soluciones prácticas.

 

Más beneficios de la autocompasión

En cambio, cuando te tratas con amabilidad ante las dificultades y los errores, se desencadena una reacción en cadena positiva. Primero, te sientes más seguro y confiado. Al reconocer tus debilidades y tratarlas con amabilidad (en lugar de castigarte), te vuelves más resiliente y afrontas los desafíos sin temor a fallar. Esto te permite tomar riesgos calculados y explorar nuevas oportunidades en tu carrera.

La autocompasión en el trabajo implica aceptar tus errores y fracasos como parte del aprendizaje y crecimiento, en lugar de hundirte en la autocrítica destructiva. Esta actitud positiva te impulsa hacia adelante y te permite alcanzar tu máximo potencial.

Además, la autocompasión mejora tu bienestar emocional. Al tratarte bien a ti mismo, insuflas energía a tu subsistema de la calma, disminuyes los niveles de estrés y ansiedad, te sientes cuidado, protegido -por ti mismo-, abrazado. En lugar de ser tu peor enemigo, te conviertes en tu mayor apoyo para seguir mejorando. Mantener una mentalidad equilibrada y positiva, te permite enfrentar los desafíos con claridad y creatividad.

Pero, además ocurre que, cuando practicas autocompasión también nutre relaciones más saludables en el trabajo. Al aceptarte a ti mismo (y a tus errores con amabilidad), eres capaz de crear un ambiente de apoyo basado en escucha y amabilidad. Comprender y perdonar los errores propios y ajenos fomenta la colaboración y la empatía. Además, cuando te tratas con amabilidad, te vuelves más receptivo a recibir ayuda de los demás, lo que fortalece los lazos y promueve el trabajo en equipo.

 

La fuerza de la Autocompasión

En aquella crisis personal que comentaba al inicio, la autocompasión se convirtió en una de las estrategias para transitar mi dolor, hacerme fuerte y seguir creciendo. Reconocerme a mí misma en la vulnerabilidad y aceptar esa parte de mí me generó confianza y autoestima, que son los pilares para la resiliencia. Y como el Ave Fénix, resurgí empoderada de mis cenizas. Porque no se puede ser resiliente sin mirada optimista, sin fuerza interior, sin mentalidad de crecimiento… y sin abrazar los lados oscuros.

 

Pero, ¿cómo cultivar la mirada autocompasiva en el trabajo?

Hay muchos caminos, desde el trabajo sobre el diálogo interno hasta la práctica de la meditación de la autocompasión, pasando por diferentes herramientas para fortalecer la autoestima. Y hábitos tan sencillos como favorecer la desconexión del trabajo para dedicarte tiempo y cariño a ti.

Pero, me parece óptimo que puedas comenzar por permitirte cometer errores, aprender de ellos y seguir adelante con amabilidad.

Cuando te veas ante alguna situación de error, de dificultad, de frustración…, deja de lado la autocrítica despiadada, respira hondo y dedícate alguna palabra amable. Por ejemplo, puedes decirte: “lo he hecho lo mejor que he podido” (obviamente en coherencia) y buscar soluciones cuando te sientas preparado.

Trátate a ti mismo como tú lo harías con la persona que más quieres.

¡No hay error, solo aprendizaje!

Recuerda que tratarte con amabilidad en el trabajo es una inversión valiosa para tu propio bienestar y éxito. No se trata de autoindulgencia, sino de reconocer nuestra humanidad y aprender a abordar las dificultades con cariño y amabilidad. Al hacerlo, nos fortalecemos emocionalmente, mejoramos nuestras relaciones y alcanzamos nuestro máximo desempeño.

 

Cristina Jardón es Experta en Inteligencia Emocional aplicada a las Organizaciones y Bienestar Corporativo. Dirige el programa Certificación en Bienestar Organizacional de Sagardoy Business & Law School. Puedes conocer más sobre su trabajo en www.cristinajardon.com